La CASA que AHORRA cuesta un ojo de la cara;
la que no, te cuesta los dos y tu SALUD.
Si has llegado hasta aquí es porque te revuelves viendo cómo aumenta tu gasto de energía sin que eso traiga consigo una mejora de tus sensaciones dentro de tu vivienda.
Si soportas facturas de más de 30€ de luz/gas al mes es comprensible que pienses que es hora de cambiar algo y te preguntes cómo…
Pero déjame que adivine, te han hablado de la aerotermia y de las placas solares, ¿verdad?
¿Conoces la expresión “pan para hoy, hambre para mañana”? Sistemas altamente eficientes o producción de energía limpia, está bien, pero solo después de solucionar el problema en su raíz.
El reto es reducir la demanda energética, es decir, la energía que necesitas para vivir bien en tu hogar. Porque quieres ahorrar pero también vivir mejor, entiendo…
No es ni magia ni un cuento; es gestionar datos para controlar que tu vivienda rinda a tu favor.
Te propongo hacer que tu vivienda requiera poca energía para proporcionarte un ambiente de bienestar dentro de ella; temperaturas cálidas o frescas agradables, un aire interior fresco y limpio y una humedad relativa saludable durante todos los días del año –sí, las 24 horas– independientemente del tiempo que haga fuera.
Porque ahí está el ahorro… de una hipoteca energética. (y aquí no interviene el Euríbor sino otros…)
¿Que cuánto? Te doy una pista: dime, ¿tienes uno en casa como el dibujo que acabas de ver más arriba?
Por más que lo pienso (y lo veo), no deja de resultar sorprendente:
–Llevo viviendo toda mi vida aceptando pasar calor o frío o pagar cantidad de dinero para no pasar ni lo uno ni lo otro (y aun así lo paso), y resulta que con la potencia de un secador de mano está resuelto?
Es más complejo, pero en realidad es así, sí.